La APPO en la etapa de calderon; su perspectiva.
La APPO en la etapa de Calderón; su perspectiva
Los gobiernos neoliberales se ha caracterizado por su torpeza e insensibilidad frente a la rebelión del pueblo oaxaqueño. Todos, sin importar quien los encabeza o de cuál partido político surgieron, han tenido esas mismas características. Igual ha sido por lo que hace a la autoridad local que a la federal; igual con Fox que con Calderón. Así lo demuestra el repaso de los acontecimientos.
Ulises Ruiz, el déspota de Oaxaca, demostró torpeza e insensibilidad cuando creyó que podía aplacar al movimiento sindical magisterial ejerciendo una brutal represión, y lo que consiguió fue desatar una protesta mayor que involucró a la gran mayoría del pueblo de la entidad, en solidaridad con los maestros de sus hijos. Ése fue el chispazo que dio inicio a la gran movilización popular, aunque sus causas profundas, ya lo hemos dicho, están en la tremenda injusticia que se da, más que en otras épocas, en ésta, luego de cinco lustros de neoliberalismo que ha ahondado el abismo que separa a los que muy poco o nada tienen de los que se apoderan de todo, sin que les asista razón alguna para proceder así.
El movimiento popular levantó entonces una demanda unánime: castigo a Ulises, el represor, en la forma de su cese del cargo de gobernador. El procedimiento por el cual se formalizara el cese era lo de menos; los oaxaqueños aceptaban la figura constitucional de la desaparición de poderes; también la petición de licencia por parte del propio Ulises, incluso el que la autoridad federal lo llamara al ejercicio de otro puesto cualquiera, en la capital del país o en una embajada en el exterior. Que se fuera, simplemente. Esto no sólo entrañaría un castigo, a ojos del pueblo oaxaqueño, sino que sería una forma de protección social y popular porque conocen al personaje y saben de su conducta revanchista y de su tendencia violenta, sin límites; si se quedaba, habría represalias en forma de persecuciones, encarcelamientos injustos, asesinatos y torturas a granel.
Una vez convertido el caso en un problema de dimensión nacional, Fox y su “gabinetazo” lo único que exhibieron fue, otra vez, torpeza e insensibilidad. No daban para más. El suyo fue un gobierno de ineptos y reaccionarios en un grado difícil de superar. Impreparado el presidente, además de tonto, como no ha habido otro en la historia, e impreparados sus colaboradores, hicieron gala de su tontería en todos los asuntos, en todos los lugares y en todo momento: el conflicto de Oaxaca no podía ser la excepción. En su alineación ideológica, por otra parte, no tiene cabida ningún concepto de justicia social. Para ellos, el que unos pocos se apoderen de los frutos del trabajo de toda la sociedad, tiene plena legitimidad; que los muchos sean explotados de manera inicua y despojados no sólo del fruto de su trabajo, sino de todos sus derechos, es lo normal y lo correcto. Así está hecha su mentalidad.
Calderón comparte con Fox la misma ideología. También su gabinete, integrado por panistas casi de manera exclusiva; fue el partido creado en la etapa en la que el fascismo intentaba apoderarse del mundo y, con ese fin, implantaba su semilla en todas partes. A México vinieron agentes enviados ex profeso por el Partido Nacional Socialista Alemán, de Adolfo Hitler, y de la Falange Española; unos y otros intervinieron de manera decisiva para que surgiera el PAN con el perfil que tuvo, entre otras organizaciones que surgieron con el mismo fin, en la década de los treintas del siglo XX. Por eso y por su integración clasista, el PAN siempre ha sido un partido enemigo de la clase trabajadora y el pueblo; también enemigo de la democracia, a menos que se le considere como un recurso para manipular a los oprimidos, pero nunca como un mecanismo útil para su liberación ni para la construcción de una sociedad equitativa y justa. Ni Calderón ni sus colaboradores tienen sensibilidad social, por tanto. Les está negada.
Ahora, pericia, tampoco la están mostrando. Es verdad que Calderón tiene alguna preparación formal de la que carece Fox. Sin embargo, no dio muestra de poseer habilidad tenerla durante la campaña; se vio tramposo, alevoso, marrullero, pero no hábil. La integración de su gabinete tampoco lo rebela como un individuo con dotes ni luces suficientes para enfrentar y resolver de una manera adecuada los problemas tan agudos que enfrenta un país en crisis, como el nuestro. Designar como secretario de Gobernación a un individuo que cobró fama de represor feroz durante su gestión como gobernador de Jalisco, como Francisco Ramírez Acuña, y a otro represor, Eduardo Medina Mora como titular de la Procuraduría General de la República, lo que demuestra es torpeza. Creer que por la vía de la fuerza bruta va a sostener un gobierno como el suyo, cuestionado y endeble; que de esta manera podrá someter al pueblo en lucha por sus derechos, no revela capacidad ni inteligencia.
Los primeros actos de Calderón, con respecto de Oaxaca, han sido de represión. Pero se equivoca si cree que encarcelando a quienes cree que dirigen la lucha va a asfixiarla. Por varias, razones: una es que se trata de un movimiento con una muy amplia dirección, que no radica en unos pocos individuos; otra, porque se trata de un pueblo aguerrido, fogueado en mil batallas de orden social, al que la represión, lejos de intimidarlo, lo enardece, según lo ha demostrado ya. Y otra más radica en la profundidad de los problemas, en la triple crisis, económica, social y ya también política por la que atraviesa el país.
Frente a la insensibilidad y la torpeza de Calderón, la Perspectiva de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, APPO, es la de su fortalecimiento y ulterior desarrollo. Ya ha dado pruebas de capacidad de convocatoria, de prudencia frente a la provocación y a la represión, y de decisión y firmeza en la lucha. También ha demostrado un eficaz nivel de articulación entre las numerosas organizaciones que la integran. Si el gobierno federal no reacciona de manera positiva frente a las justas demandas del pueblo de Oaxaca, si persiste en su tendencia represiva, pronto se unirá la demanda de la salida de Calderón a la de Ulises, por las mismas razones. Y en el proceso de lucha, se irá construyendo un programa colectivo de reivindicaciones, que no quede en la caída de uno y otro, sino que ataque las cuestiones de fondo, que tienda a acabar con las políticas neoliberales; que se encamine a consolidar una organización amplia y plural orientada a la conquista de la Segunda y Definitiva Independencia de México, esta vez frente al imperialismo estadounidense, y a sentar las bases para la edificación de una sociedad superior, sin explotadores ni explotados, una sociedad socialista. Hacia allá empujan sus mejores fuerzas.
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