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JÓVENES POR EL SOCIALISMO - OAXACA

El deber de un revolucionario ....HOY.

Revolución"
Quisieron apropiarse del oro, del cobre,... de las tierras,...

Ahora intentan hacer lo mismo con el agua,...

Mañana van a querer ser los propietarios del aire


VICENTE LOMBARDO TOLEDANO,
TEÓRICO DE LA REVOLUCIÓN DEL SIGLO XXI

Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo.

“Necesitamos una nueva Revolución"

Así lo proclamó Vicente Lombardo Toledano, de manera contundente. Dijo también que “esta revolución será la cuarta etapa de la Revolución ininterrumpida de nuestra historia, después de las etapas de la Independencia, de la Reforma y de la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz. Esta cuarta revolución tendrá sus propias características... Será una revolución basada en la vigorización de la conciencia de clase del proletariado y en la educación política de las otras fuerzas sociales que han de cooperar a la democracia del pueblo. Una revolución caracterizada por grandes movimientos de masas, vigorosos, resueltos y entusiastas".

(Ver: La perspectiva de México, una democracia del Pueblo. Informe Político al Noveno Consejo Nacional del Partido Popular. 5 de abril de 1956)

Juicios premonitorios, diríase. Anticipos de las grandes luchas que se libran hoy, en los primeros años del siglo XXI, en la resistencia contra las políticas neoliberales, en la lucha contra el imperialismo, en los estallidos populares que se dan por todas partes: entre los trabajadores electricistas; entre los mineros y metalúrgicos, los maestros, los trabajadores del Seguro Social; entre los campesinos, los jóvenes, los indígenas, los intelectuales progresistas; en múltiples lugares del país.

1906-2006: LAS ENSEÑANZAS DE LA HISTORIA.

La Historia es fuente valiosa de enseñanzas; hay que observar el paralelismo que existe entre las vísperas del estallido de la Revolución Mexicana de 1910 y lo que sucede hoy mismo. La semejanza es impresionante. Veamos los hechos que se daban en 1906, cuatro años antes de que estallara la gran insurrección popular de 1910.
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Hace cien años, en 1906, fue la Huelga de Cananea –del 1 al 4 de junio-, cuando los mineros exigieron condiciones que atenuaran la explotación injusta a que los sometían los capitalistas. La huelga fue reprimida a balazos por el gobierno de Porfirio Díaz. Hoy, en 2006, ocurrió la muerte violenta también de 65 mineros en Pasta de Conchos, Coahuila, incinerados en vida por la tacañería criminal de los patrones que se “ahorraron" el costo de las medidas de seguridad que establece la normatividad vigente, y a causa de la complicidad del gobierno de Vicente Fox, que no cumplió con su deber de obligar a la empresa a observar las normas. Por eso ha sido también el año de la heroica resistencia de los trabajadores del sindicato de los mineros y metalúrgicos a las presiones y agresiones que ha desplegado el gobierno de Fox –que se proclamó “de empresarios y para empresarios"- en su empeño por encubrir el crimen y evitar que los dueños de la mina paguen su culpa. Y ha sido el año del asesinato de dos jóvenes trabajadores en Sicartsa, en Lázaro Cárdenas, Michoacán, cuando fuerzas federales –conjuntamente con la policía estatal, por cierto- intentaron desalojarlos de las instalaciones de la empresa con violencia.

Hace un siglo, en 1906 estalló el levantamiento popular en Jiménez, Coahuila –el 26 de septiembre-; la revuelta del pueblo de Acayucan, Veracruz –del 30 de septiembre al 3 de octubre-, y la que tuvo lugar en Camargo, Tamaulipas, en el mismo mes, organizadas por el glorioso Partido Liberal Mexicano, de Ricardo Flores Magón y Camilo Arriaga, precursores de la Revolución Mexicana y Héroes de la Patria. Hoy, en 2006, explotó la violencia oficial contra los pobladores de Atenco, con toda clase de brutalidades en contra de la integridad física y la dignidad de hombres y sobre todo mujeres. De este modo, las autoridades quisieron “castigar” la osadía del Frente del Pueblo en Defensa de la Tierra, por defenderse del despojo que les quisieron infligir para facilitar un enorme negocio especulativo, alrededor de la construcción de un nuevo aeropuerto.

1906 fue el año en el que se inició la huelga de Orizaba y Río Blanco –el 30 de diciembre-, que devino en huelga nacional de la industria textil por reivindicaciones legítimas de los trabajadores, que terminaría el 8 de enero siguiente con la matanza de Río Blanco, otro antecedente directo de la Revolución. 2006, por su lado, ha sido el año de la gran protesta del pueblo de Oaxaca, que desplegó un movimiento de resistencia como no se había visto en muchas décadas por su vigor y magnitud.

Hace un siglo el presidente era el general Porfirio Díaz. Su gobierno, por sus actos y su contenido clasista, se asemeja en mucho con los neoliberales de estos años. Fue “aperturista" como los de De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, respecto de los capitales extranjeros. Igual que los de hoy, se desvivió en dar prerrogativas a los inversionistas del exterior, para que nos “hicieran el favor" de venir a saquearnos. Los historiadores reaccionarios, que cada vez ocupan más espacios académicos y en los medios de difusión, prodigan elogios a Díaz: dicen que fue un “modernizador", igual que los cuatro de estos tiempos, aquí enlistados. Los actos de gobierno de aquél se tradujeron en una bonanza superficial que benefició a un pequeño círculo. En cambio, profundizaron la explotación de las masas populares y las sumieron en la miseria, tal como, cien años después, lo han hecho los últimos gerentes al servicio del capital imperialista, a los que de manera formal se les sigue llamando “presidentes de México"; aunque este título más parece ser una ironía.

Para 1906, Porfirio Díaz sumaba 26 años en el puesto; por 24 que acumulan hoy los cuatro neoliberales citados. Los destrozos son equiparables.

1906, desde el punto de vista de la lucha de las ideas, fue el año en el que se publicó un programa que fue el más avanzado de su época; que recogía las reivindicaciones justas y posibles, según el grado de desarrollo general de la sociedad y contenía los postulados que poco después se convertirían en las columnas vertebrales de la Constitución de 1917, la más avanzada del mundo, en sus artículos 27 y 123. Sobre este programa, Lombardo Toledano consignó: “Cuando se escriba la historia verdadera de la Revolución Mexicana, dejando a un lado los episodios de segundo orden, el Programa del Partido Liberal Mexicano ocupará un lugar prominente en el juicio crítico de la lucha revolucionaria iniciada en 1910", (Ver: “A medio siglo del Programa del Partido Liberal Mexicano", artículo en la Revista Siempre!, número 153, mayo 30 de 1956) Ahora, en 2006, se ratificó el Programa Mínimo no Negociable del Diálogo Nacional por un Nuevo Proyecto de Nación, el 5 de febrero -ya había sido aprobado un año antes, en Querétaro-, un texto adecuado para el momento actual.
Los paralelismos históricos que se han señalado no son fortuitos. Son el resultado de políticas esencialmente idénticas, aplicadas por gobiernos “nacionales" que en verdad sirven al capital extranjero, sobre todo, y en segundo término a los poderosos locales: hace cien años, los terratenientes, y hoy la burguesía que está subordinada al imperialismo. Políticas que ayer como hoy han sacrificado a las masas trabajadoras de la ciudad y del campo y profundizado las diferencias entre los que poseen lo superfluo y los que carecen de lo indispensable. Políticas que ayer igual que hoy cerraron la puerta a la solución de los conflictos por la vía electoral. Políticas que ayer como hoy provocaron una crisis económica seguida de una crisis social y coronadas, ambas, por una crisis política. En aquélla ocasión, a fin de cuentas, no hubo otra salida que un estallido revolucionario por la vía de la insurrección armada. Por hoy, todavía existe la posibilidad de la insurrección social que se manifiesta en la movilización de las masas, en la resistencia contra el neoliberalismo que es, en el fondo, resistencia contra el imperialismo y sus engendros.

Como dijo Lombardo, necesitamos una nueva Revolución. Una caracterizada por grandes movimientos de masas, vigorosos, resueltos y entusiastas. Nos toca contribuir a desatarla.

Éste es el deber de los revolucionarios hoy.

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